Aunque el
tratamiento psicológico y farmacológico es fundamental para que estos niños
consigan integrarse en su entorno, los adultos que rodean al hiperactivo
también tienen un papel fundamental en la evolución del trastorno del niño,
especialmente los padres y maestros que están encargados de su educación.
Convivir con un niño de estas características es complicado y, en ocasiones
puede resultar, incluso, estresante, pero siempre es conveniente consultar a un
especialista que indique cómo tratarlos y cómo intentar evitar algunas
situaciones desencadenadas por el descontrol que el niño tiene de algunas
situaciones. Existen algunas recomendaciones generales sobre la forma de
establecer la rutina diaria con estos niños para que se adapten a unos horarios
y no fomentar el descontrol. Por ello, hay que establecer una serie de hábitos
regulares, es decir, horarios estables para cada tarea, como la comida, el
sueño, hacer las tareas escolares o ver la televisión.
Asimismo, hay que
establecer unas normas claras a seguir en el hogar, estableciendo claramente
los límites que el niño no debe sobrepasar. Para ello, lo primero que hay que
conseguir es el consenso entre los padres, ya que si éstos mantienen
discusiones sobre las normas delante del niño, éste no será capaz de distinguir
lo que es correcto y llevará a confusión. Siempre que se establezcan normas
debe hacerse de forma explícita, es decir, que el niño tenga claro qué es
exactamente lo que se espera de él.
Por otro lado, los
expertos aconsejan a los padres informar al hiperactivo sobre sus conductas
intentando que sea él mismo el que evalúe su actuación, sin necesidad de
recurrir a la recriminación. Del mismo modo, siempre que tengan conductas
correctas es necesario reforzarla positivamente, premiando esta conducta, no
sólo de forma material sino que puede ser un premio afectivo, un beso o un
abrazo que le hará entender que está actuando correctamente. En el caso
contrario de que el niño no actúe bien o no obedezca hay que tener siempre en
cuenta que emplear castigos físicos es del todo negativo, mientras que lo
conveniente es intentar enseñarle lo que ha hecho mal y cuál debe ser su
comportamiento en otra ocasión. Como castigo, lo expertos recomiendan que en
lugar del castigo físico éste consista en que el niño pierda algunos privilegios
de los que goza ante el incumplimiento de alguna norma.
Tampoco ayuda el
hecho de que oiga continuamente que es un desastre o un desobediente, es decir,
no se le debe recriminar mediante etiquetas porque éstas pueden influir en su
autoestima y pueden llevar a la depresión. Finalmente, hay que saber que
mantener una actitud optimista con expectativas positivas es importante no sólo
para el niño, que percibirá la confianza que se ha depositado en él, sino
también para los padres que no deben derrumbarse ante las continuas
desobediencias del niño, ya que a medida que éste se adapte a su ritmo de vida
disminuirá el descontrol y la inquietud.
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